Cuando en 1967 Rainer Werner Fassbinder (22) se toma la producción teatral sin mayor preámbulo en el Antiteatro en Múnich, nadie sospecha que este descarado desconocido se convertirá en uno de los más importantes directores alemanes de la posguerra.
Su carácter apasionado y resuelto rápidamente atrae a muchos dedicados admiradores entre los que se cuentan actores, narcisistas y pretendientes.
Su ira y su anhelo por el amor, así como también su excesiva explotación de sí mismo y de todos quienes le rodeaban, lo convirtieron en el director de cine más memorable y radical; un enfant terrible.