Ana (34) y su familia viven aislados en un pequeño departamento durante el séptimo año de una pandemia. Viven una estricta rutina por largos periodos de confinamiento, resignándose a las medidas de control de las autoridades sin mayores protestas.
La fragilidad sicológica de Ana se sostiene mediante la relación con sus plantas, las que recolecta y reproduce, queriendo transformar su hogar en un bosque urbano.
Todo esto se ve abruptamente amenazado cuando las plantas son declaradas las nuevas portadoras de este virus mortal, lo que pondrá en jaque la relación de Ana con su familia.