Susana y Nélida se conocieron en un convento cuando las dos eran aspirantes a monja. Después de abandonar su vocación, se convirtieron en una pareja y vivieron felizmente como familia junto a su hija adoptiva de tres años, hasta que fueron acusadas de estar involucradas en la desaparición de una amistad con quien trabajaban, y cuyo cuerpo nunca fue encontrado.
A pesar de sostener que eran inocentes, ambas fueron condenadas a 20 años de cárcel. En estos últimos 16 años viviendo tras las rejas, sus vidas han cambiado drásticamente.