Carolina hace una tarjeta para la fiesta de cumpleaños de su nuevo padrastro, con la intención de regalársela como un sincero gesto de cariño. Pero a medida que transcurre el evento, Carolina se da cuenta de que los parientes de su padrastro la tratan más como a una mascota que como a un miembro de la familia.
Las grietas de esta unión se hacen más evidentes cuando un error ortográfico en la tarjeta de Carolina socava sus esfuerzos.
Avergonzada, Carolina decide llevar a cabo un último acto de venganza cuando le piden que se haga un retrato familiar.